Azul y Oro


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2002, Mar del Tuyú

En lo más profundo del mar, yacía un rey que reflexionaba sobre su trono. Observaba por un vidrio gigante a todo su pueblo cada mañana, era algo que solía gozar hasta que empezaron las manifestaciones en contra de su imagen. Ahora solo era una vista deprimente y conflictiva.

Un pez naranja equipado con una armadura hecha a su talla interrumpió los pensamientos del rey con un portazo.

—¡Señor, la última expedición nos ha dado la respuesta! —Exclamó el Comandante Orange.

—¿En serio? Tienes toda mi atención.

—Encontramos un pequeño juego que tienen los de la Superficie, puede ser la solución. ¿Qué quiere hacer?

El rey se tomó un segundo en responder.

—Comunícame con el Sargento Shape, tengo una labor para él.


Un joven llamado Carlos Carpincci se encontraba trabajando en una muy pequeña oficina perteneciente a una revista enciclopédica sobre las criaturas marinas para que los jóvenes pudieran estudiar.

Carlos tenía una barba candado y abundante cabello en la cabeza. Solía vestir con una remera azul, pantalones deportivos negros, zapatillas blancas y una gorra celeste. Vale aclarar que de todas estas prendas ninguna era de marca original.

Como ya era de esperarse, le pagaban entre poco y nada. "De algo tengo que vivir", se repetía a si mismo cada mañana, profundamente arrepentido de sus decisiones del pasado.

Estuvo ahorrando durante ya 5 meses para poder comprarse una pequeña cámara, con la intención de llevarse un pequeño bonus ajeno a lo que le pagaba la empresa. Corría la bola de que sucesos extraños acontecían en la playa y Carlos llevaba intentando bastante tiempo de encontrar alguna respuesta.

Se hizo una pequeña escapadita del trabajo para dar inicio al primer día del trabajo de campo de un proyecto que él titulaba "Cosas Misteriosas" ¿Debía de trabajar en el nombre? Si, pero ya no había vuelta atrás, le daba bastante flojera pensarse en uno mejor.

Tardó menos de 2 minutos en llegar a la playa. La plata no le había alcanzado para un trípode y además la cámara era usada, así que dependía enteramente de su pulso. Apunto hacía el mar y…

¡Click!

La fotografía estaba bastante borrosa, tocaba volver a intentar. Apuntó otra vez y…

¡Click!

Esta vez se podía ver uno de los dedos de Carlos dentro de la fotografía. Como dice el dicho, la tercera es la vencida. Presionó el botón y…

¡Click!

¡Eureka! No parecía haber ningún error en la foto. Eso sí, Carlos llegó a percatarse que había un objeto blanco en la parte izquierda. Sacó la mirada de la cámara para ver que era.

—¡¿Qué es eso?! —Gritó Carlos. Una pelota de fútbol con una mandíbula que tenía millones de dientes afilados saltó sobre un joven rubio a 10 metros de distancia de él. El chico gritó por ayuda pero fue silenciado por un mordisco que le perforó el cráneo.

Un liquido altamente corrosivo salía de la mandíbula de la pelota e iba lentamente deshaciendo el cadáver del joven. La pelota fue entonces cambiando su forma a lo que parecía un clon idéntico del chico. Se estiró un poco y se percató de la presencia de Carlos, que observaba todo en completo shock.

—¡Hola amigo! ¿Me prestas unos segundos de tu tiempo? —Dijo el monstruo con apariencia de humano. Carlos empezó a retroceder.

—¿Lo viste, no? —Dijo el falso joven con una sonrisa. De la espalda de la criatura surgieron múltiples tentáculos que tomaron al doctor por el tobillo y lo empezaron a jalar hacía ella.

—¡No, no! ¡Esperá, esperá, esperá! ¡No vi nada, lo juro! —Rogaba Carlos. —¡Tengo dos hijas y soy papá soltero! ¡Por favor! —Exclamaba mientras era arrastrado. A medio camino llegó a ver una piedra, tomándola con fuerza.

La lanzó hacia la cabeza del monstruo, aprovechando su experiencia como arquero para hacer un tiro perfecto. La criatura cayó al suelo, noqueada en un instante. Los tentáculos soltaron al doctor.

Carlos se levantó de la arena, respirando agitadamente. «¡¿Qué acaba de pasar?!» Carlos necesitaba respuestas urgente y se tenía que ir de la playa antes que lleguen testigos.


HORAS DESPUÉS…

Carlos estaba parado en su cocina con un cuchillo en su mano. El monstruo se despertaba de su pequeña siesta forzada.

—Agua… Por favor… —Gruñó.

—¡Cállate! ¡Acá las demandas las hago yo! —Dijo Carlos , apuntando su cuchillo contra el monstruo.

—Por favor… Debo volver con el Rey…

—¡¿Quién?! —Gritó el doctor. La criatura estaba agonizando, no podía responder ni aunque quisiera.

—Qui… Quizás podemos llegar a un acuerdo. Yo te doy agua y después me das respuestas. Mañana te libero y taza taza cada uno a su casa. ¿Te parece? —Carlos dejó el cuchillo en una mesa, no sin antes agarrar un vaso y rellenarlo de agua de la canilla.

—Lo que sea… Te lo suplico.

—Acodarte lo que hice por vos. —Carlos le vertió el agua sobre la cabeza al monstruo, su mano no paraba de temblar. La criatura fue regenerando sus heridas poco a poco y su cuerpo mutó a una especie de hibrido entre humano y pelota de fútbol.

El doctor salió de la cocina y volvió con una cámara en la mano, colocándola en un ángulo en donde se pudiera apreciar mejor a la criatura.

—¿Para qué traes eso? —Preguntó el monstruo.

—Nadie me va a creer si no lo grabo. Además, planeo vender esta historia al Clarín. —Dijo Carlos, casi saboreando la posibilidad de dejar de estar ahorrando meses por la cosa más básica. La grabación ya había empezado.

—Mi nombre es Carlos Carpincci y estoy grabando desde Mar del Tuyú. Estaba trabajando tranquilamente hasta que vino esto y me atacó. ¿Cómo te llamás?

—Yo soy el Sargento Shape. Líder del escuadrón de expedición.

—¿Por qué me querías matar?

—Mi pueblo está en crisis. Viene luchando por su supervivencia hace décadas contra criaturas de todo tipo y está harto de solo hacer eso.

—¿Y yo qué tengo que ver?

—En una de nuestras expediciones, un compañero mío le explicó la existencia del deporte que ustedes llaman "fútbol" a nuestro Rey, entonces yo fui enviado por él para sustraer información al respecto de gente como tú.

—¿Por qué el fútbol?

—Es un deporte muy simple de entender y bastante emotivo, perfecto para mi pueblo.

—¿Y cómo se llama tu pueblo? ¿De dónde venís?

—Provengo del reino de las Profundidades. Como ya te he dicho, en lo más bajo del mar nacen seres como yo. Algunos de ellos deciden usar sus dones para el caos, otros no razonan con nosotros… Estamos en constante lucha.

—¿Para qué matarme a mi y al otro chico? ¿Es por qué vi todo?

—Normalmente para sustraer la idea bastaba con uno solo. Pero el rey me pidió tener cuanta información pudiera, así poder tener el mejor conocimiento del deporte y recrear trofeos y torneos como los suyos.

—¿Qué? ¿A qué te referís con recrear torneos?

—El rey quiere crear la Liga Profunda, fundar equipos y generar un ambiente de competitividad sana. Para eso, tuve que irme de mi hogar hace 4 meses, en donde no he cesado de buscar conocedores del fútbol. Si te soy franco, tienes suerte de estar aquí con vida.

—Ándate a la… —Carlos se recostó contra una pared, agarrándose la cabeza. —¿Me podés decir que te hace tan especial para esta misión? Tipo, no sé… Tus habilidades.

—Es una lista muy extensa… Necesitaría más agua.

—Joya. —Carlos rápidamente le vertió otro vaso de agua sobre la cabeza a la criatura y tomó un lápiz y una hoja.

Los tentáculos de la criatura hicieron acto de aparición, tomando el lápiz y rellenándola
con una explicación extensa de sus habilidades. Carlos asustado se guardó el papel en el bolsillo y tomó la cámara.

—¡¿Siempre pudiste hacer eso?!

—No hasta hace 5 segundos. Temo decirte que te he mentido, es algo que aprendí de ustedes durante mi cacería. —La criatura se libró de las ataduras de un segundo a otro y unos de los tentáculos tomó el cuchillo que dejó tirado Carlos.

—Me… ¡¿Me vas a matar, después de que te perdoné la vida?!

—Si. Ya te he contado demasiado sobre nosotros. Te concedí las respuestas antes de matarte. Tienes mis respetos.

—¡Maldito hijo de puta!

—El tiempo corre, Carlos Carpincci. —La criatura lentamente iba mutando, tomando cada vez más y más altura, llegando a medir hasta 3 metros.

Carlos salió corriendo de la casa. Ya era de noche y estaba pasando una dura tormenta, esto no le afectó en lo más mínimo al doctor que ya poseía la experiencia de correr bajo la lluvia para alcanzar los colectivos por las mañanas.

Según él, despertarse más temprano para llegar más tranquilo a la parada era de "mariquitas" Nunca pensó que esto iba a pasar, su pereza por primera vez le estaba salvando la vida.

En frente suyo había una pequeña muchedumbre esperando al Trensito de la Alegría.

—¡Policía, policía! —Gritaba Carlos, escabulléndose entre la gente. La criatura se camufló en la oscuridad para no ser visto por el público confundido por los gritos del doctor.

Carlos se adentró por un callejón oscuro, en medio del camino apareció un oficial que estaba fumando. Por la primera vez en su vida, Carlos no sintió disgusto si no felicidad por ver un policía.

—¿Se puede saber que necesita? —Dijo el policía, apagando el cigarrillo. Carlos no sabía por donde empezar. Así que sacó la cámara de su bolsillo y se la mostró al agente de la ley.

—¿Qué es esto? —Preguntó el oficial extrañado.

—Hace unas horas un bicho con forma de pelota mató a un joven en la playa y me intentó matar a mi, lo noqueé con una piedra, lo lleve a mi casa y lo interrogué y grabé. Lo tengo acá, mire.

El oficial levantó su ceja y le echó una mirada a la grabación. Su mirada se tornó en una completamente seria. El doctor no se percató del cambio de actitud del oficial ya que estaba muy ocupado leyendo las habilidades del monstruo.

—Puede absorber el agua y con ella puede… Cambiar de forma dependiendo de quién haya matado y a partir de ahí extraer conceptos y recuerdos deseados… —Leía Carlos con cierta dificultad por la tormenta y por la caligrafía del monstruo.

—¿De dónde sacaste ese papel? ¿Dónde está la criatura? —Dijo el oficial, soltando la cámara al piso.

—¿El papel? Uh… Lo escribí yo, son mis apuntes. —Respondió Carlos. Pero la interrogación tendría que esperar, la criatura finalmente había seguido el rastro del doctor.

—¡Te encontré! —La criatura ya había tomado una altura de casi 15 metros. El policía sacó un interruptor de su bolsillo y lo activó. De las paredes y del suelo salieron aspersores que dispararon nitrógeno liquido contra la criatura, congelándola en menos de 5 segundos.

—¡¿Qué carajo?! ¡¿Cuándo Magadan puso eso?! —Gritó Carlos, exaltado.

—Aquí Pájaro Rojo, atrapé a Pelota Cinco. Repito, atrapé a Pelota Cinco. —Dijo el oficial, comunicándose con sus compañeros a través de la radio. El policía se volteó a ver al doctor.

Carlos intentó huir, aterrado por los miles de escenarios que pasaban por su cabeza. Su intento de escape fue interrumpido por un militar que lo noqueó en un solo movimiento simple pero eficaz.


Carpincci despertó en una sala oscura, aturdido por el golpe que había recibido. Las luces se prendieron de repente y ahí yacía el mismo militar que lo golpeó anoche. El hombre tenía unos anteojos aviadores azules, una sonrisa gigante de oreja a oreja y un jopo bien peinado.

—Tranquilo, Carlos. ¿O prefiere señor Carpincci?

—¡¿Dónde estoy, me van a matar?! ¡Por favor, tengo dos hijas yo!

—No, nada de eso. Llámame Andrey Stidav, y estoy acá para hacerte una oferta de trabajo.

—¿Qué?

—Si, ya sé. Suena raro, ¿no? Digo, si a mi me dieran tremenda piña y después me ofrecieran trabajo también me pondría así. No te puedo mentir, la gente que me envió está bastante impresionada con tu investigación sobre la criatura que te atacó.

—¿Quiénes te enviaron?

—Ah, eso es secreto hasta que aceptés. No nos vamos a mover de acá hasta que aceptés o no.

—Me quiero ir, por favor. —Dijo Carlos. El militar suspiró, era obvio de que no le alegraba ni en lo más mínimo esta respuesta.

Cúchame, este empleo no te puede garantizar muchas cosas pero de una cosa estoy seguro: Te va ayudar a que dejés de vestir como un villero. ¿O acaso no te comprás ropa más linda porque no querés?

Carlos quedó enmudecido, mirando fijamente a la mesa.

—¿Hola? ¿Carlos? —Preguntaba el militar. Ante la falta de respuesta alguna, volteó a ver a una cámara. —Me parece que n…

—¿Cuándo empiezo? —Interrumpió Carlos.

—¿Sabés qué? ¡Justo ahora! La anomalía 432- Digo, la criatura que encontraste ayer no quiere cooperar y dice que solo quiere hablar con vos.

—¿Y qué le tengo que decir?

—Uh… Pregúntale que quiere, algo entre esas líneas. No les dio el tiempo a los investigadores para armar un formulario especifico, hacéle preguntas básicas.

—Bueno, perfecto. —Dijo Carlos. Andrey extendió su mano para un apretón, al cual Carlos cedió con cierto gusto.

—Bienvenido al barco. Después de la entrevista enviaremos a alguien para que te de el tour.—Exclamó el militar. Ambos salieron de la sala y caminaron por un pasillo blanco y calmado, Carlos llegaba a ver a investigadores de todo tipo y edad. Tras cinco minutos de caminata, llegaron finalmente a la sala de contención de la criatura.

—Acá te dejo, tengo que hacer otras cosas. ¡Ah, casi me olvido! Las cámaras de seguridad no funcionan, parece que el bicho las averió con uno de sus gritos al entrar. Por eso te dejo con el agente Hernández. Es buen tipo, pero es un poco sordo. No creo que afecte en algo, nos vemos. —Stidav se fue caminando, dejando a Carlos completamente solo en la entrada.

Golpeó la puerta de acero varias veces y después de 5 segundos, un guardia la abrió desde el otro lado. «Este debe ser Hernández…» Pensó Carlos.

—¿Nombre?

—Carlos Carpincci.

—¿Jerardo Carpele?

—¡Carlos Carpincci!

—Claro, por supuesto. Adelante. —El guardia se movió hacia un costado. Carlos se adentró lentamente a la habitación. En frente suyo, había un tanque de agua hecho de cristal reforzado.

Allí descansaba la criatura en su forma de pelota, que al oír la presencia de Carlos golpeó el cristal furiosamente sin dejar el más mínimo rasguño. El doctor se percató que había una torre de sillas de plástico apiladas en la esquina de la habitación, así que no dudo de tomar una y sentarse en frente del tanque.

—Sabés… Si no me hubieras intentado matar, esto pudo haber terminado diferente.

—¡Oh, por favor Carpincci no empieces con eso! Es obvio que mientes.

—Bueno. ¿Y, para qué me querés?

—No me queda mucho tiempo de vida. Antes de marchar, el rey me dio las instrucciones de que en caso de que me atrapen entregara mi vida. Ya estoy en la cuenta regresiva, me quedan menos de cinco minutos antes de mi muerte y ya no hay vuelta atrás.

—¿Qué? ¿En serio?

—Si. Si realmente quieres mi perdón, te ruego que dejes la noticia de que fallecí en un papel en una botella de vidrio. Simplemente lánzala al mar por donde nos conocimos.

—¿Por qué?

—Porque si no aviso que me han atrapado, pensarán que traicioné a las Profundidades y toda mi reputación será manchada. Por favor, te lo pido. Eres mi única esperanza.

Carlos reflexionó por un rato, hasta que finalmente llegó a una solución. Se acercó lentamente al cristal y con una sonrisa picara susurró:

—Conmigo no se jode.

—¿Qué has dicho? ¿No lo dices en serio, verdad? —El monstruo quedó confundido, pero su interrogante rápidamente se tornó en desesperación pura.

—¡No puedes hacerme esto a mí! ¡Yo te di el obsequio del conocimiento! ¡Carlos! —Rogaba la criatura. Carlos se levantó de su silla y se dirigió a la entrada.

—¿Qué te dijo? —Preguntó Hernández.

—Me dijo que me iba a matar ni bien salga de acá. —Dijo Carlos lo suficientemente despacio y alto para que el agente lo entendiera a la primera.

—Te tengo que explicar como hacer un formulario de entrevista, normalmente bastaría con subir el vídeo de las cámaras pero como me imagino Andrey ya te ha dicho que no funcionan. Seguíme.

—Bueno. —El doctor y el agente salieron de la habitación, mientras que la pelota no paraba de golpear el cristal desesperadamente. Sin saberlo, Carlos Carpincci había dado inicio a una nueva etapa de su vida llena de aciertos y fallos, sobre todo lo último.

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