Área-11
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12:00

El módulo lunar había aterrizado satisfactoriamente en un sitio cercano al Área-11 de Investigación Biológica, ubicado en una planicie extensa y oscura en un lugar (relativamente) remoto de la Luna. El equipo a bordo de la nave se apresuró a colocarse los trajes herméticos para ingresar en la ahora silenciosa y oscura instalación de la Fundación que había solicitado ayuda inmediata a causa de una brecha de contención. El asustado emisor no logró especificar cuál objeto había escapado esta vez pero, definitivamente, era algo que logró detener todas las operaciones en la instalación en cuestión de minutos.

12:05

Una vez dentro, el comandante daba órdenes mediante gestos manuales a parte del destacamento sobre las direcciones que debían tomar, mientras éste y el resto estaban sumamente concentrados en estar seguros de tener la mira y el dedo en el gatillo listos para cuando tuvieran que enfrentarse con dicha anomalía viviente1.

La instalación estaba muerta.

Todo el personal estaba muerto. La mayoría de las computadoras no funcionaban y desplegaban el típico mensaje de error en letras gigantes en las pantallas. El cableado eléctrico estaba altamente destruido, causando el mal funcionamiento de luces, puertas eléctricas, cámaras, sistemas de sonido y demás. Sólo los sistemas de emergencia funcionaban al 100%.

De vez en cuando se lograba escuchar un extraño rugido monstruoso lejano que dejaba un inquietante eco en los amplios y largos corredores de la instalación. Era muy fácil darse cuenta que dichos rugidos provenían del objeto escapado. El destacamento modificaba su rumbo para acercarse al objeto y, así, lograr neutralizarlo.

14:00

El equipo había llegado a un punto donde se encontraban caminando sobre un agujero proporcionalmente gigante que se extendía, posiblemente, cientos de metros bajos sus pies hacia las desconocidas profundidades de la Luna. Lo que le sucedería después a la unidad militar es algo que desearía absolutamente nadie.

La misteriosa criatura extendía sus colosales extremidades lenta y silenciosamente hacia el miembro más despistado del equipo. No fue hasta que logró capturarlo que el equipo claramente escuchó el curioso sonido que el ser emitía, similar al de las serpientes de cascabel. Su rápido ataque no permitió al equipo reconocer facciones. Sólo lograron distinguir rasgos básicos como sus fuertes e inusuales extremidades que se dirigían hacia ellos en velocidades que no permitieron un contraataque.

Pobres, todos estaban condenados.

15:00

Ya había pasado una hora desde que el equipo tuvo contacto con la criatura. Ni el vasto entrenamiento que los miembros del destacamento habían recibido se comparaba con las habilidades de la anomalía. Ya ésta había eliminado a más de la mitad del equipo y, los que quedaban, se vieron obligados a separarse y encontrar maneras de sobrevivir2.

El comandante sabía que no sería fácil eliminar a la criatura. Si quería hacerlo, sabía que necesitaría algo muchísimo más poderoso que las armas que llevaban para la misión.

Al principio, consideró un par de cosas.

Gas letal? Claro, habían varios cilindros llenos de eso en la base, pero no contaba con el tiempo suficiente para armar una trampa como la que planeaba.

Granadas? Sí, llevaba, pero estaba seguro que la criatura encontraría la manera de deshacerse de ellas y, después, de él.

En ese mismo instante, el comandante recordó que en todas las bases lunares hay un gran núcleo poderoso que controla gran parte del equipo pesado de y en la base. Lo único que tenía que hacer era acceder a él de alguna manera que sobrecalentara los reactores y el resto sucedería por sí solo.

15:30

El comandante ya había intentado varias veces comunicarse con el resto del equipo, sin éxito alguno. Sólo podía alzar la voz cuando encontraba algún escondite donde la anomalía no lo escuchara ya que, en su incansable persecusión, no le permitía adelantarse por más de unos pocos metros. Ahora se encontraba en la sala de control del reactor, donde encontró los secos cadáveres del personal a cargo de él. Ahora él estaba a cargo de hacerlo explotar a la hermosa luz de mil soles.

Hizo lo posible para deshacerse de la criatura mientras ésta le impedía anular los permisos del gigantesco dispositivo que acabaría con todo. Claro, un gran desperdicio para los investigadores de la Fundación y para la ciencia en su máxima expresión. Sin embargo, bajo tan altos niveles de estrés, le era casi imposible decidir entre el progreso científico y un grupo exclusivo de vidas.

Hizo lo posible para intentar ser razonable. Sin éxito alguno, hizo lo que su vago instinto le ordenó a sus dedos. Neutralizar al objeto era cuestión de presionar algunos botones, soportar el escandaloso sonido de la alarma por varios minutos y admirar la vida pasar frente a los ojos.

El daño estaba hecho.

Valió la pena?

No importaba, ya todo había acabado.

La explosión acabó con el mal.

Y fue hermoso.

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