¿Se puede golpear un alga?
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Sobre la costa se encontraba una estación de observación de la vida marina, o al menos eso era públicamente. En realidad, era una base de despliegue de una organización secreta encargada de proteger a la humanidad de las amenazas que acechan en las profundidades del océano. Eran el Shark Punching Center, o simplemente el Centro. Ellos eran los hombres y mujeres que levantaban sus puños y daban sus vidas contra el gran enemigo escuálido para que la humanidad pueda dormir a salvo un día más.

Ese día, esa base estaba movida. El jefe de la estación caminaba entre los controladores de radio y monitores donde los asistentes trabajaban monitoreando el viaje del barco con el equipo de recuperación. Uno de sus puestos de observación del atlántico había caído, pero no había caído debido al avance selacio, sino otra cosa que los pugilistas no podían derrotar a puñetazos. No hace falta aclarar que era un problema muy grave, ya que ese puesto era uno de los que observa la situación de las tribus selacias del atlántico, lugar donde el Centro lanza incursiones de masacre y donde se podía detener cardúmenes de tiburones antes que pudieran llegar a la superficie. Ese lugar era importante y necesitaban recuperarlo cuanto antes. Pero, ¿Cómo enfrentas a un enemigo que no se puede enfrentar a golpes? Para su fortuna, había alguien entre sus filas que podía hacer frente a esa amenaza singular.

Esa persona era una pugilista especial, aberrante , con poderes sobrenaturales, parte de un equipo experimental. El capitán de la estación al leer su ficha de pugilista tuvo muchas dudas al tener que enviarla. Sus características y antecedentes no eran muy prometedores. Pero en esa situación no había muchas opciones, y estaba respaldada por un Entrenador de renombre, por lo que él esperaba que todo saliera bien.

El mar estaba tranquilo. Había muy pocas olas y muy pequeñas que golpeaban contra el casco del barco. Yo estaba viendo al horizonte, apoyada sobre la barandilla, mientras fumaba un cigarrillo. A pesar de que la nicotina no me hacía ningún efecto, ya tenía la costumbre de fumar un poco para despejar la mente. Me encontraba allí, viendo la interminable masa de agua extenderse más allá de lo que alcanzaba mi vista con una gran serenidad.

—Eh… Disculpe, señora —me dijo una voz a un costado.

Al voltear, observe a un joven de cuerpo esculpido y bronceado. La imagen ideal de un pugilista del Centro. Creo que su nombre era Ethan. Tenía pensado costarme con él luego de terminar este trabajo; si es que no resulta muy herido o muerto.

—¿Quieres? —le pregunté, señalando el cigarro de mi mano.

—No, gracias. El jefe llamó a todos para una reunión antes de llegar —me informó el joven.

Asentí. Apague mi cigarro contra la barandilla y luego tire la colilla al mar. El joven observó con sorpresa ese acto; la gente del Centro suele ser bastante respetuosa con el mar. Pase a su lado sin esperar a nada más y este me siguió en silencio hasta bajo cubierta. No hablaba mucho, me gustaba eso.

Bajo cubierta encontramos al jefe de la operación junto con otros cinco pugilistas y los asistentes en la sala común. Ethan tomó un asiento junto con los pugilistas mientras que yo me quede parada cerca de los asistentes.

—Bien, ya están todos —declaró el jefe de la operación, el sujeto más musculoso entre todos allí —. Estamos cerca del destino, por lo que vamos a repasar el plan —el Jefe agarró y empezó a garabatear en una pizarra frente a todos—. Nos dividiremos en tres parejas. Una entrará en el puesto y revisará su estado, otra hará de guardia y la tercera protegerá a la Señora Verde. El puesto submarino Beta-Bravo tiene tres entradas, dos de personal y una de suministros. Las algas tienen las entradas de personal bloqueadas, por lo que John y Emiliano entraran por la puerta de suministros, que está arriba de la base. Si las algas llegaron a entrar, salgan inmediatamente, no pueden pugilizarlas. Ethan y yo protegeremos a Verde mientras ella se encarga de podar el lugar. Drake, Greg, ustedes harán guardia alrededor. No esperamos que los selacios aparezcan, pero no está de más ser precavidos. ¿Preguntas?

El jefe terminó de hablar, mostrándonos un montón de círculos y líneas de lo que sería el mapa de la operación.

—Yo —dijo el hombre llamado Drake levantando la mano—. Estas algas, ¿es cosa de los selacios? No parece algo propio de ellos esto, y la información del comando no menciona nada sobre eso.

—No, esto no es cosa de los selacios —respondió el Jefe—. Esto es una aberración hecha por unos magos ecologistas. Según entiendo, atacaron plataformas petroleras con estas algas. ¿Recuerdan esa noticia del derrame de petróleo de hace unas semanas? Fueron ellos. Los muy idiotas hicieron muy fuertes a las algas y se esparcieron. Por eso ahora tenemos que podar el puesto de observación.

—¿Quiénes son esos ecologistas? —preguntó Ethan.

—A ver… —el Jefe tomo una carpeta y la revisión—. Se hace llamar “Los Hijos de la Vid”. Según esto, además de abrazar árboles, se casan con ellos y se los cogen. Son fanáticos religiosos de la naturaleza, y adoran a un tipo que llaman “El Gran Dios Verde”. Que nombre más pedorro.

Los presentes se rieron ante el comentario del jefe. Yo me tensé al escuchar el nombre del Dios Verde.

—Bien. En menos de una hora vamos a estar sobre el puesto de observación. Cada uno preparé su equipo para la inmersión, ¡y que estén listos para golpear! ¡¿Quedó claro?!

Los pugilistas golpearon la mesa a su vez que gritaban “sí”. Los asistentes fueron más discretos en su afirmación. Yo decidí quedarme callada. Luego de terminado la planificación, cada uno se retiró mientras conversaban sobre la operación para alistarse. Le dije a uno de los asistentes que me buscase cuando estuviéramos listos para salir, me retiré a mi camarote y me encerré allí. Saqué otro cigarrillo y empecé a fumar, dejándome caer sobre mi catre.

El Dios Verde, el dios supremo de la naturaleza y “mi dios” como fitomante. Mi dios entre comillas porque yo no le rezo a ese hijo de puta para nada, pero la fitomancia es más fácil con una conexión con el Gran Verde y me ayuda a controlar a la planta que está aferrada en mi columna vertebral. Todo lo que me hace ser útil como pugilista es gracias a la fitomancia, aunque a la mayoría no le guste y a mí tampoco si debo ser honesta, pero necesitó poder luchar de algún modo. Aunque desprecié al Dios Verde y todo su culto, aún seguí haciendo algunos de sus rituales y sus hechizos para poder luchar contra los tiburones y sus simpatizantes.

Cuando termine el cigarro, lo aplaste contra el piso y empecé a prepararme. Primero me desvestí hasta quedar solo en mi traje de baño, un bikini negro con el logotipo del Centro. De mi mochila saqué una bolsa pequeña y una pipa de madera larga como la que usan los indios. Luego, me senté en el suelo y empecé a preparar la pipa con las hierbas mágicas que yo misma planté.

Cuando aspiré el humo de la pipa, rápidamente sentí el efecto. Estas hierbas tienen un poder narcótico y alucinógeno potente, como la mezcla de la mariguana y la ayahuasca multiplicada por diez. Una persona normal estaría en trance por un día entero con solo una aspirada, para mí no duraba tanto porque la planta parasito dentro mío también filtra las muchas toxinas de mi organismo, algo para aumentar mi supervivencia como la de la propia planta. Esas hierbas eran lo suficientemente potentes como para superar esa capacidad y dejarme entrar en trance. Aspire un poco más y deje que mi conciencia se expandiera. Me sentía somnolienta. Los colores se escuchaban raros y un sabor raro invadía mi boca cuando abría los ojos. Se sentía bien ese estado, pero había que trabajar. Me concentré e intenté sentir mi cuerpo. Era como una masa extraña, como diferente a mi ser. Lo que sentía no tiene palabras para describirse. Enfoque mi maná y empecé a moldear esa masa. Hice que esa planta se expandiera, que sus raises llegaran a mis pulmones y se enrollase sobre mis bronquios. También, hice que las células de mi piel se coloreasen de un color verde oscuro. Estaba transformado mi cuerpo de manera que pudiera sobrevivir debajo del agua.

A mitad de mi transformación, un dolor agudo empezó a invadir todo mi sistema nervioso en simultáneo. Cada vez que cambio mi cuerpo para que adquiera características de plantas, es un proceso doloroso. A mitad de una pelea, la adrenalina logra hacer que ese dolor pase inadvertido, pero en cualquier otro momento sería insoportable. Tenía que fumar esas hierbas no para poder lograr la metamorfosis, sino para no desmayarme a mitad de camino. El dolor estaba devolviendo mi conciencia a mi cuerpo y aún faltaba un poco más para que estuviera lista. Aspire de nuevo la pipa y eso calmó el dolor. Ya no estaba en estado de meditación, pero era suficiente como para finalizar la trasmutación. Escuché unos golpes en mi puerta, era el asistente avisándome que estaban preparándose para despliegue. Le grité que enseguida salía.

Me levanté del suelo y observé mi cuerpo. Un verde antinatural cubría mi piel que tenía una textura sedosa al tacto Al ver mi cuerpo semidesnudo me agarró un mareo. Me apoyé sobre mi cama para no caer. Culpe a las hierbas por mi falta de equilibrio, aunque sabía que no fue por su culpa ese mareo. Me tomó un minuto recuperarme. Al abrir la puerta, me encontré con el asistente que abrió mucho los ojos al ver mi aspecto. No le preste atención y me dirigí a la cubierta, con ese hombre siguiéndome por detrás.

En la cubierta del barco, los asistentes estaban dándole los toques finales a los trajes de buceo de combate de los pugilistas. Muchos voltearon su mirada hacia mí. Nuevamente, no le di importancia a las miradas y seguí caminando hacia la campana. La campana era lo que decía su nombre, una gran campana de hierro de más de cinco metros de alto para el despliegue y recuperación rápidos de pugilistas en altas profundidades.

—No pensé que fuera tan literal tu apodo —me dijo el jefe de la operación a lado mío, con su traje de buceo ya preparado.

—No me gusta ese apodo, me hace sentir vieja que me digan “señora” todo el tiempo —le respondí quejándome. El Jefe se me quedo mirándome —. ¿Qué miras? ¿Te gustan las chicas de color?

—No tienes el cuerpo para golpear —me dijo él con brusquedad.

Era atlética y mis músculos tenían buena forma, pero comparado no solo con los pugilistas hombres, sino las mujeres, yo era un peso liviano. Tal vez para competiciones profesiones de pelea yo sería una peleadora de alto nivel, pero aquí no peleamos con humanos. Aquí se pelea con tiburones. Y mi físico no estaba a la altura del trabajo.

—Ya, no hay problema. Dijiste que no habría tiburones, así que no habría problema —dije restándole importancia su comentario.

El Jefe no respondió, solo me lanzó una mirada inquisitiva y volvió con los otros pugilistas. Una mezcla de molestia y vergüenza me invadió. Sabía bien que mi cuerpo no era el mejor para esta labor, pero usar la fitomancia tiene secuelas en mi carne. Si no fuera por las terapias de Jack, seguramente sería piel y huesos con raíces entre ambos. En ese momento tuve la mala idea de bajar la mirada y ver mi cuerpo. Cerré con fuerza los ojos para evitar que el mareo me invadiese. Yo no tenía problema en mostrar mi cuerpo y que me vean, pero yo no soportaba el verme a mí misma. Un asco me invadía cuando lo hacía y no podía evitarlo.

Uno de los asistentes se me acercó y me preguntó si necesitaba ponerme algún equipo de buceo. Salí de mis pensamientos y le respondí que solo necesitaba el casco, que dejara los tanques y el resto porque no los necesitaba. Cuando todos estuvimos listos, subimos al interior de la campana. Había unos doce asientos en su interior con cinturones y medidores de presión. Cada miembro del equipo tomó un asiento.

—Ey, ¿vas a estar bien así? —me preguntó Ethan a mi lado.

—Sí, descuida —le respondí abrochando el cinturón de mi asiento—. Reemplace mi piel por algas, por lo que ellas van a oxigenar mi sangre cuando entremos al agua. También tengo otra planta en mis pulmones que absorberá el dióxido de carbono de mi respiración y me devolverá el oxígeno. Ya no necesito respirar técnicamente porque ahora soy autosuficiente. También soy inmune a la alta presión, por lo que no necesito del supositorio como ustedes para no morir aplastada.

Cuando todos estuvimos listos, la campana empezó a moverse. La grúa nos elevó desde la cubierta hasta dejarnos sobre el agua. Luego inicio el descenso.

Al sumergirse, una burbuja de aire quedó atrapada en el interior de la campana, permitiéndonos respirar en caso de emergencia. Los primeros metros fueron tranquilos. A nuestros pies podíamos ver el azul marino que ondulaba levemente. A medida que se bajaba, el azul se iba oscureciendo cada vez más hasta a que desapareció por completo; solo quedo un negro más profundo que el de la noche. Descendíamos en la oscuridad a las profundidades infernales del mar.

A los trescientos metros empezamos a notar que la presión del aire de la campana estaba aumentando por la compresión del agua. El Jefe indicó que ya todos abrieran sus válvulas y cerrasen la ventilación externa del traje. Seguimos bajábamos en silencio, solo las olas que movían levemente la campana. A los quinientos metros, sonidos extraños que no podíamos identificar sonaban amortiguados junto con la presión en aumento tanto dentro y fuera de nuestro contenedor. La campana detuvo su descenso a los ochocientos cincuenta metros de profundidad. El jefe encendió una luz y un foco amarillo iluminó a los hombres desde arriba. Él indicó que revisasen por última vez su equipo por el intercomunicador y encendieran las linternas de los cascos. Yo solo controlé que mi casco estuviera sellado para poder hablar sin problemas y encendí la linterna. Desabroche mi cinturón y espere a la orden. Cuando todos terminaron el control, el Jefe indicó que bajásemos de izquierda a derecha con cinco segundos de diferencia. Primero saltó el jefe y las aguas oscuras lo engulleron. Luego saltó John, Greg, Ethan y luego fue mi turno. Me dejé caer de mi silla y las aguas me devoraron.

Lo primero que sentí fue como el agua aplastaba mi pecho e intentaba romper mis huesos. Fue una sensación desesperante, pero rápidamente mi cuerpo se acostumbró y pude moverme con libertad en ese medio. Caí por un minuto hasta que toqué la roca del fondo oceánico. Al mirar a mi alrededor pude observar las luces de las linternas de los otros miembros del equipo flotando y como mi luz reflectaba en sus trajes. Arriba mío se encontraba la campana como una luz solitaria en la infinita oscuridad de las profundidades.

Nadamos unos treinta metros hasta que encontramos el puesto de observación Beta-Bravo. Era una estructura cuadrada de color gris, se podía distinguir el logotipo del Centro en una de las paredes y un mensaje que decía “jodanse selacimorfos”. Ese lugar estaba cubierto de algas extremadamente altas y de un color brillante que no es natural de esta parte del mar. El jefe indicó que cada uno tomara su lugar. John y Emiliano nadaron hasta la parte de arriba del edificio, evitando a las algas, y forzaron la entrada de suministros para entrar. Drake y Greg empezaron a dar vueltas al lugar con un sonar cada uno para detectar cualquier entidad hostil selacia o no-selacia. Por último, yo me acerqué a las algas con Ethan y el Jefe atrás mío.

Las algas se movieron hacia nuestra dirección de una manera antinatural, como haciendo un barrido. Nosotros retrocedimos de un salto. Como decía la información, las algas son hostiles contra los humanos y, si no mentían, podían cortar la carne de forma tan limpia como un bisturí con sus bordes. Me arrodillé en el suelo e intenté sentir el maná de las esas algas. Logré sentir la energía que las había creado y les permitía sobrevivir en este ambiente extremo, era cálida, pero cargada de odio hacia lo moderno. Decir que me “comuniqué” con las algas no es del todo correcto, pero envié una señal mágica para que calmasen y me permitieran acercarme. Cuando estuve cerca, agarre una de esas plantas con cuidado de su tallo y la arranque del suelo. Como era de esperarse, hubo una respuesta agresiva por parte de las otras algas, pero volví a calmarlas rápidamente. Los avisé a mis guardaespaldas que me tomaría una hora o dos el tener que desalgar todo el lugar.

—Los tanques solo tienen unos cuarenta minutos de aire, ¿y si te ayudamos? —propuso Ethan.

—No, las algas no me atacan porque les ordenó que no lo hagan. Con ustedes dos cerca será muy complicado mantener la orden porque odian a muerte a los humanos por naturaleza, y si están arrancándolas, peor aún. No sé si conviene hacer esto luego con mejor equipo o por relevos para vigilarme.

—Subir y bajar muchas veces no es práctico a esta profundidad. Lo mejor será venir con equipos de inmersión prolongada la próxima. Igual, solo estamos aquí para comprobar el estado del puesto y si podías quitar las algas. Mañana haremos esto de la manera correcta. Solo quita todas las algas que puedas ahora.

Siguiendo las indicaciones del Jefe, empecé a quitar las algas una por una intentando no cortarme al tomarlas y que no me rebanasen en el proceso. En un momento quienes habían entrado en el puesto de observación informaron por radio que todo el lugar estaba inundado y que algunas algas habían entrado. Una llegó hasta a cortar a John. El Jefe les ordenó salir inmediatamente de allí, luego le consultó a Ethan cuanto aire les quedaba.

—Más o menos unos treinta minutos —respondió el joven.

—De acuerdo. Nos quedamos diez minutos más y luego subimos.

Todos confirmamos por radio. Parecía que esa operación iba a salir sin inconvenientes.

—¡Jefe! ¡Detecte algo! —gritó Greg por el comunicador.

Una sacudida eléctrica recorrió mi cuerpo que me hizo ponerme en alerta al escuchar eso. Mis compañeros parecían haber tenido la misma descarga.

—¿Es selacio? —preguntó el Jefe con gran seriedad.

—No lo sé, señor. No lo veo por la oscuridad, pero está a unos cincuenta metros mínimo.

—¡Todos en guardia! —ordenó el Jefe.

Todos nos pusimos en alerta a la espera de algún ataque. Durante largos segundos, todo el equipo estuvo a la expectativa de lo que nos acechaba en la oscuridad saliera. Greg nos informaba que lo que sea que nos acosaba estaba de su lado, así que naturalmente volteamos para esa dirección. La cosa no se acercaba, pero tampoco se iba, se mantenía flotando cerca de nosotros sin hacer nada. El Jefe no estaba seguro si ordenar la retirada o permanecer aún en nuestros lugares. John y Emiliano salieron del puesto. No sé si habrá sido cosa de las gotas de sangre de la herida de John que flotaron el agua o que vio una oportunidad en nuestra duda, pero la cosa atacó. Embistió contra de la presa más cercana que tenía era Greg. El sonar advirtió primero de la embestida, por lo que el pugilista pudo prepararse. Una bestia de mil dientes y ojos muertos negros salió de la oscuridad con una rapidez infernal. Greg, con la habilidad única de un pugilista del Centro, logró girar en agua para esquivar la embestida y darle un puñetazo en la cara a la bestia. Pero de manera inesperada, Greg fue golpeado por unos brazos largos que lo mandó a volar. Estábamos confundidos ya que nos costaba reconocer a ese ser, hasta que uno de nosotros lo identifico.

—¡Tiburón kraken!

La bestia mitad tiburón mitad pulpo era tan grande como un tiburón ballena, pero con la cabeza de un tiburón blanco. Sus tentáculos tenían unos diez metros o más de largo. El monstruo, tras recuperarse del golpe, fue directamente contra de John y Emiliano con su mandíbula con múltiples hileras de dientes abierta. Como buenos pugilistas, se mantuvieron firmes y se prepararon para la pugilización. En conjunto, ambos esquivaron y enterraron sus puños por la derecha y por la izquierda de la cabeza de criatura. El monstruo quedó aturdido y se estrelló contra el techo del puesto de observación. Yo y mis guardaespaldas saltamos para poder observar y entrar en acción. Con nuestros números, parecía que esta pugilización sería sencilla.

Pero no era un tiburón normal ese.

Sus tentáculos, moviéndose de manera autónoma, lograron atrapar a John y a Emiliano entre sus ventosas. Intentaron liberarse a golpes, pero no podían. Era una situación crítica, teníamos que matar a ese tiburón antes de que se recuperase de los golpes que recibió. El Jefe nos indicó a Ethan y a mí que los ayudemos a libertar a nuestros compañeros y que él se encargaba del tiburón. Estaba dispuesta a nadar rápidamente para cumplir sus órdenes cuando el grito de dolor de Ethan me distrajo. Al mirar a su dirección, vi como su sangre flotaba desde su espalda junto con cientos de miles de burbujas de aire de su tanque con la luz de mi linterna. También observé la hoja de una de esas algas moviéndose por el agua. Por la situación, había dejado de tranquilizar a las algas y ahora nos estaban atacando. Otro grito de dolor, ahora del Jefe. Otra de las algas lo había cortado a la altura del pecho, un corte profundo por la cantidad de sangre.

Tenía que hacer algo, pero no sabía a cuál de las cuatro direcciones ir primero. Mi indecisión me costó caro, porque un alga me cortó y me abrió el abdomen. Grite de dolor sosteniéndome las tripas mientras caía contra el suelo oceánico. Por el intercomunicador se escuchaban los gritos encimados de todos mis compañeros pugilistas que no podía entender. Yo me mordía la lengua para no gritar con tanta fuerza que el sabor a hierro invadió mi boca. Intentaba pensar cómo hacer para poder volver y apoyarlos. Tenía que cerrar primero la herida de mi abdomen. Mi piel era alga, así que podía usar mi magia para hacer que se regenerase y cerrara el corte. El músculo inferior seguirá abierto, pero no tendría que preocuparme que mis intestinos se esparcieran. Intente concentrarme para curarme, pero otra alga me atacó y me corto la espalda. Fue un corte profundo, uno que llego hasta las vértebras. El dolor fue tan fuerte que no pude ni gritar. Los gritos desesperados de mis compañeros en la radio me ensordecían. No sabía qué hacer y no podía morir por culpa de unas algas. Sabía que algún día moriría en lo más profundo del océano, ¡pero no por una maldita alga! ¡Así no era como me prometieron que terminaría mi vida!

En mi desesperación y dolor, pensamientos pesimistas invadieron mi mente.

¿Por qué acepte hacer esto? ¿Por qué acepte esta profesión? No tengo ese odio, esa pasión, esa fuerza que tiene el resto para salir y golpear tiburones. Ni siquiera me importa la filosofía detrás de esto. A mí solo me agarraron de la calle y me metieron en esta vida porque pensaron que sería buena en esto ¿Para qué? Morir en la calle, morir en el agua. Al final es lo mismo. ¿Para qué me metí en esto?

Mi vista se nublaba y dejaba de sentir mis extremidades. Sentía como mi muerte se acercaba y no podía hacer nada para evitarlo. Mi único consuelo, si podía llamarlo de algún modo, es que el dolor estaba desapareciendo. Me empecé a sentir más tranquila, relajada, como si el mundo empezará a desvanecerse poco a poco. La muerte parecía bastante agradable, y algo familiar, lo cual me pareció raro. Empecé a sentir cosas raras, desagradables, y no sabía que eran. Luego me di cuenta de que eran las emociones de odio e ira de las algas. Podía sentir la energía mágica de las algas con gran intensidad. No entendía qué pasaba hasta que mire hacia mi cuerpo. Observe como la planta parasita dentro mío intentaba mantenerme viva con desesperación. Estaba intentando usar sus raíces y tallo como hilos de sutura para cerrar mis cortes en el vientre y en la espalda respectivamente, ¡y se estaba comiendo mis órganos! Estaba absorbiendo el material de mis órganos para crecer y expandirse más por mi cuerpo. La detuve con mi voluntad al darme cuenta de que había liberado alucinógenos en mi cerebro para poder hacer eso más fácilmente.

Odio las plantas. Odio la naturaleza. Odio la fitomancia. Odio todo lo que me enseñaron mis padres y lo que me hicieron por “amor”. Quisiera poder agarrar a ese puto Dios Verde y romperle la cara por ponerme esa puta planta en la espalda que no me dejaba poder huir de la realidad.

Mis sentimientos parecían haber llegado a las plantas, sentían como se agitaban furiosos. También podía sentir lo que estas sentían, como detectaban los humanos mediante su energía vital. Los humanos se encontraban a amontonados cerca de otra energía diferente a la de ellos. Como no era humano, no les importaba. Esa cosa tenía atrapados a varios de los humanos y parecía que intentaba comer a uno, pero otro luchaba para evitarlo. Seguían peleando, aunque la lucha parecía perdida. No dejaban de golpear a esa cosa.

No me gustaba, pero no destacaba en otra cosa, además de la fitomancia, y tenía un trabajo que hacer, aunque no me gustara. ¡Tenía que golpear al puto tiburón!

Le transmití toda mi rabia a las algas y las direccioné contra el tiburón. Las algas actuaron y se agitaron en contra de esa bestia. Costaron varios de sus tentáculos y apuñalaron su torso. El monstruo se retorció del dolor, soltando a los humanos que tenía retenidos con violencia. Uno de esos humanos, logró mantenerse y le propino varios puñetazos de gran poder en su cara. La bestia intentó contra atacar con sus tentáculos que aún le quedaban, pero hice que las algas los cortasen. El hombre conectó un golpe que mandó a volar al selacio contra las algas. Yo las junté las algas y formaron una gran estaca verde que empalo al tiburón. Luego las algas se dividieron con violencia, partiendo a ese monstruo en dos y creando una nube de sangre y tripas. Mi plan era hacer un puño con las algas para golpearlo, pero eso también sirve.

No fue ortodoxo, pero el tiburón fue derrotado. Supongo que ese era un muy momento para morir, si no fuera por la maldita planta parásito me estaba obligando a vivir. Ahora la pregunta era cómo saldría de allí. Mi pregunta se respondió sola, aun manteniendo la conexión con las algas, sentí como uno de los humanos se acercaba hacia mí. Esas plantas querían atacarlo, pero las contuve. El hombre pasó su brazo por debajo de mi pecho y me levantó del suelo. Me arrastro nadando lejos del puesto de observación. Mientras nos alejábamos, escuchaba de manera amortiguada sus órdenes de retirada. En ese momento me quedé sin voluntad para mantenerme consciente y me desmayé.

Cuando el aire entró a mis pulmones por el descenso de la presión me desperté. La luz amarilla me cegó, aunque no fuera muy brillante. Al recuperar la visión me di cuenta de que estaba dentro de la campana. Una mitad de mis compañeros estaba intentando auxiliar a la otra mitad. Greg estaba atando a Ethan con los ganchos de emergencia a la campana. Le habían quitado el casco, su cara estaba pálida y desorientada. Al darle vuelta, Greg dejo al descubierto el corte que había destruido el tanque y la carne de Ethan. En la retirada, Ethan seguramente casi se habría asfixiado por la falta de aire. Greg tiró el tanque destruido del traje de Ethan y empezó a aplicar un espray de primeros auxilios sobre la herida. Una capa azul cubrió la lesión, deteniendo el sangrado. Era una sustancia de gran utilidad en el campo, con una rápida aplicada, podía cubrir laceraciones, cortes e incluso parchear trajes, pero no era perfecta. No tenía ningún factor cicatrizante y solo poseía una duración de una hora hasta que empezaba a disolverse, y no podía aplicarse debajo del agua. Era una solución temporal hasta poder recibir ayuda médica real.

También podía ver a John asistiendo Emiliano a engancharse a los huecos de emergencia de la campana. Se habían quitado los cascos los dos, por lo que podía ver con claridad el dolor en sus rostros y como les costaba respirar. El tiburón kraken les habrá roto las costillas con sus tentáculos, pero John parecía soportarlo más porque había ayudado a Emiliano y el solito logró sentarse en uno de los asientos y ponerse el cinturón.

Mientras admiraba el interior de la campana, note como Drake se acercó por un costado, trepando los escalones de la campana y pidió si dejaban que me alzase. No me había dado cuenta, pero un brazo grueso estaba sosteniéndome sobre el agua. El brazo me levanto un poco, lo suficiente como para que Drake pudiera ponerse sobre su hombro. Me levantaron como muñeca de trapo y recostaron contra uno de los asientos. El pugilista me preguntó si estaba despierta, con algo de esfuerzo, pude asentir. Ese hombre me abrocho el cinturón y rápidamente fue a auxiliar al Jefe. El Jefe me había traído hasta la campana y me sostuvo con uno de sus brazos mientras con él otro se sujetaba a la campana. Sin mi peso encima, pudo engancharse y dejar que Drake le rociara el espray sobre la herida de su pecho.

Cuando todos los heridos estuvieron asegurados, nuestros compañeros se colocaron en un asiento y se abrocharon los cinturones. Uno de ellos reportó que todos estaban asegurados y la campana empezó a subir con velocidad hacia arriba. El ascenso fue acompañado con los múltiples suspiros de cansancio y quejidos de dolor de los pugilistas.

—¡Verde! —me llamó el Jefe y giré mi cabeza hacia él —Lo de las algas, ¿fue obra tuya?

Asentí ante la pregunta.

—Bien hecho —solo llegó a decirme.

Con apenas voz logré responderle “gracias”.

Cuando salimos a la superficie y nos pusieron sobre la cubierta, los paramédicos se apresuraron a socorrernos. Desengancharon a todos y nos llevaron a la enfermería. Los médicos no sabían qué hacer conmigo. Tenía un arbolito creciendo de mi espalda y unas raíces saliendo de mi vientre. Les dije que trajeran unas jeringas que tenía guardas en un estuche, en mi mochila, en mi camarote. Cuando las trajeron, les dije que me inyectaran una, que me ayudaría a curarme. Ellos confiaron que supiera lo que estaba siendo y empezaron a buscar una vena. Encontraron una en mi mano izquierda y me introdujeron la aguja.

Casi de forma instantánea mi mente abandono mi cuerpo. Lo que tenía esa jeringa era mi el componente alucinógeno de mis hierbas mágicas, pero refinado. Si con fumarlo me hacía entrar en trance, esa cosa de ese modo me enviaba de una patada al nirvana. No puedo describir como es la experiencia con exactitud, pero en palabras simples, podía ver mi propio cuerpo en cuatro dimensiones mientras las energías del cosmos se agitaban a mi alrededor. Me puse a trabajar y a curar mi cuerpo. Hice que la planta retrocediera hasta que volvió a su estado original aferrándose a mi columna. Esa porquería había consumido mi páncreas, parte de mi hígado y la mitad de mi intestino delgado, y seguramente otros órganos que no conocía el nombre. Eso me obligaba a reorganizar sus raíces y generar nuevas estructuras celulares específicas para sustituir mis órganos perdidos. De ese modo aumento mi dependencia hacia ella. Esperó que Jake tengo un páncreas guardado para prestarme.

Empecé hacer a unir las algas de mi piel para cerrar las heridas a su vez que hice que la planta parasito liberara un componente cicatrizante para reparar el músculo. Todo esto realizado con la más absoluta de las concentraciones. Si me descuidaba un poco, podía provocar que mi maná se descontrolase y terminar convertida en un árbol. Cada vez que entraba en el nirvana, me arriesga a un tener un destino peor que la muerte.

En un momento, sentí que era arrastrada de manera abrupta a mi cuerpo y desperté sobre una de las camas de la enfermería. Me sentía extremadamente cansada, física y mentalmente. El reparar mi cuerpo y luchar para mantener el control de este me dejo destrozada. No tenía fuerza alguna para moverme, así que decidí dormir y rogar que la próxima vez que despertase mi cuerpo siguiera teniendo dos brazos y dos piernas.

Estuve unos tres días en la enfermería, dos de esos días durmiendo y uno en observación. Me dijeron que el resto de mis compañeros no estaban en riesgo. John y Emiliano tendrían que permanecer en la enfermería hasta llegar a tierra firme por sus fracturas, pero nada preocupante. Yo, mientras seguía teniendo la piel verde. Aún no había repartido la trasmutación en algas de piel por enfocarme en mis heridas. Cuando estuviera en tierra, y con ayuda de Jake, solucionaría eso. Al salir de la enfermería me encontré con el jefe de la operación. Tras preguntarme sobre mi estado, me dijo que, a pesar de todo, la operación fue un éxito.

—Comprobamos el estado del puesto, nadie murió y golpeamos al tiburón. Un éxito.

—¿Y qué haremos ahora? —le pregunte.

—El Comando está armando un equipo para reemplazarnos. Muy pocos de nosotros estamos en condiciones para volver a sumergirse, por lo que nos devuelven a reserva. Como estabas en coma, van a enviar a uno de tus amigos aberrantes a sustituirte. El Señor Azul, según me dijeron.

Sebastián no creo que tenga problemas con las algas, su cuerpo es muy duro para que ellas lo penetren. Pero será más violenta la desalgación si él la termina haciéndola porque lo atacaran sin parar.

—También, no te di las gracias como debe antes por salvarnos.

Las palabras del jefe me tomaron desprevenida.

—Descuidé, solo hice lo que tenía que hacer. De todas formas, usted fue el que pugilizó al tiburón, no yo.

—Sí, pero no lo hubiera logrado sin tu ayuda. Nos hubiera devorado si no hubieras hecho que las algas lo atacasen.

—Pero yo no lo pugilise…

—No. Tú no eres una golpeadora como la mayoría del Centro, no tienes el físico para ello, pero sigues siendo una pugilista. Tú tienes la pasión, el fuego que nos permite luchar contra la maldad. Lo sé, porque yo la vi allí abajo, y tu Entrenador la habrá visto cuando te recluto.

No supe qué decir, solo bajé la mirada. El Jefe se despidió de mí dándome unas palmadas en el hombre y recomendándome descansar. Me quedé en el pasillo frente a la enfermería, reflexionando. No sentía esa llama que me mencionaban que tenía dentro mi, pero una razón existe por la cual acepte unirme a esta organización cuando el Maestro me ofreció la oportunidad. No tenía claro cuando descubriría esa razón, pero tampoco tenía prisa. Me fui de ese lugar, debatiendo si a Ethan le interesaría pasar la noche en la cama de una mujer media planta.

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