Una Cosa Terrible
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Cuatro figuras se abren paso a través de las derivas heladas y el aire de la escarcha. Están envueltas en pantalones térmicos, chaquetas y parkas, con los rostros oscurecidos. El viento se ha llevado sus palabras. El frío les ha quitado el habla. Saben a dónde van.

El espectro los guía. Camina con la confianza de un hombre de la mitad de su edad.

El bibliotecario le sigue. Se inclina el cuello, buscando respuestas y el lugar.

La carcelera va en tercer lugar. Está concentrada en el camino, controlando su respiración.

El monstruo es el último. Es más grande que el resto. No lleva parka.

La carcelera cae. Su pie rompe el frágil hielo y su pierna desaparece en el frío abismo. Grita conmocionada, con palabras no pronunciadas pidiendo ayuda. Es el único sonido en kilómetros. La fría intrusión ha roto su compostura, pero no importa. Su vida se perdió hace mucho tiempo.

El bibliotecario y el espectro no rompen el paso.

El monstruo la levanta de las aguas cristalinas. Sus ojos se encuentran, separados por el hielo y el cristal esmeralda. No intercambian palabras.

En el límite del mundo, las cuatro figuras caminan a través de la estática hacia una pequeña choza de metal.

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